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En el cada vez más fortalecido y profesional escenario de reuniones mexicano, el reto para los destinos es no dejar de ser competitivos a través de características diferenciadoras que les permitan identificarse tanto por su rigor profesional como por la experiencia que son capaces de ofrecer a congresistas, convencionistas o acreedores a algún viaje de incentivo, sobre todo de cara a un mercado de organizadores que con presupuestos más controlados exigen cada día más valor para sus clientes.

Este escenario de competencia por la atracción de eventos ha servido para que las ciudades eleven su nivel de comprensión de la industria, capaciten a su proveeduría local e involucren sus bellezas naturales, sus atractivos históricos y su cultura en la conformación de una oferta atractiva para las cámaras, asociaciones, corporativos y demás organismos que buscan dónde realizar sus reuniones periódicas. Uno de los destinos que ha realizado esta tarea con un grado de excelencia es la ciudad de Durango (Victoria de Durango, en honor a Guadalupe Victoria, ilustre durangueño y primer presidente de México), capital del estado con el que comparte nombre.

Podemos comenzar describiendo a Durango, sin ninguna exageración, como una capital con uno de los centros históricos más bellos y mejor conservados de todo el país (cuenta con 750 edificios declarados como Patrimonio Cultural mexicano), salpicado por arquitectura civil y religio-sa que hace brotar asombro en el corazón de sus visitantes. Esta característica fundamental de Durango pone al alcance de los grupos la posibilidad de sesionar o realizar las actividades sociales, cocteles, cenas, inauguraciones o clausuras al interior de verdaderas obras de arte.

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Durango